miércoles, 15 de diciembre de 2010

"Lamento del Mar"


-¿Quién eres? -le pregunté curiosa.



-Soy el Mar -respondió melancólico.


-¿El Mar? No te creo.


-¿Por qué no me crees?


-Porque siempre he tenido otra imagen del Mar. Lo siento, no te puedo creer.


Hubo un momento de silencio. Dejó de mirarme y comenzó a mostrarse indiferente a mi presencia.


-Ocurre que... Siempre he tenido otra imagen del Mar. No puedes ser tú.


-¿No?


-No, definitivamente no. El Mar es imponente, es inmenso; poderoso. El Mar es hermoso. Es la cuna de la vida, El Mar inspira respeto. Y cuando se enfada, el Mar puede ser devastador, pero cuando no, entonces acaricia tiernamente con sus olas, lo hace igual que una madre con sus hijos; el Mar posee grandes riquezas, nos alimenta a todos. Tú no tienes ninguna de esas características. Te ves débil, temeroso, enfermo, sucio y poco atractivo. No creo que tengas fortuna. No, tú no eres el Mar.


-¡Yo soy el Mar! -Levantó la voz y le seguió otro momento de silencio.


-Los tuyos me han transformado como me ves ahora. Derraman petróleo en mis aguas y destruyen mis riquezas, acaban con mi vida. Ensayan explosiones atómicas en mis profundidades y me vulneran. Saquean sin raciocinio lo que queda de mis riquezas. Mi lecho está repleto de su basura, de su insensatez. Han sido muchos años y ya no puedo más.


Noté que una lágrima resbalaba por su mejilla.

-¿Y qué puedo hacer por ti?


-Nada.


-Eres pesimista. Lo poco que yo pueda hacer servirá de algo.


-No sueñes, tendrían que ser millones de seres que como tú se preocuparan por mí. Son cientos de millones los que hacen algo por destruirme cada día. Y entre ellos están los más poderosos, los que controlan el poder político, los que controlan el poder económico, los que podrían hacer algo para salvarme, pero ellos no lo quieren hacer, son los primeros que promueven mi destrucción.

Guardamos silencio una vez más. Reflexioné.


Pasados unos momentos me preguntó.


-¿Crees poder convencerlos a todos ellos?


No pude responder. Una lágrima rodó por mi mejilla. Lo abracé como quien abraza al ser querido que está a punto de morir.

Gracias por tu texto, Dulce Tammara

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