domingo, 20 de febrero de 2011

Casi un Bosque encantado...




Era el cumpleaños de una amiga que quiero mucho, así que me vestí y preparé para la fiestita. Se realizaba en una quinta muy linda en las afueras de la ciudad. Conmigo traía un regalo que estaba segura le gustaría, era un libro que cierta vez, admiró al pasear juntas y detenernos, mirando la vidriera de una librería. Al llegar, noté que había demasiada gente, de manera que busqué antes que nada a la "cumpleañera", nos abrazamos mucho y le estampé dos sonoros besos en sus mejillas frescas, me di cuenta que el libro le encantó ya que se le encendieron los ojos como faroles y me agradeció radiante. Luego, ya más tranquila, me entretuve dando una vuelta por el maravilloso parque; era uno de los últimos días del verano y lo sentía cálido y agradable, aunque ya pasaban de las seis de la tarde. Observé cómo una persona tiró la colilla de su cigarrillo aún sin apagar, cerca de un arbusto y ahí, pegadito nomás había un papel, fui entonces rápidamente a apagarlo, mientras me preguntaba

- ¿cómo es posible que no se haya dado cuenta, que podría haber ocasionado sin querer un incendio?.

Me encontraba en uno de esos momentos especiales donde se tienen los sentidos alertas, y se vive cada instante como único. Mis pies enfilaron luego, casi solos, hacia la casa de recreo; allí en la amplia cocina varias mujeres se ocupaban de preparar las masitas y otras delicias para el té y el chocolate, mientras otras alistaban ya, las ricas y frescas ensaladas que servirían de noche. Me acerqué a una de ellas cuando la reconocí, era mi compañera en un curso de danza, y conversamos animadamente unos minutos. Observé con cariño, su cara ancha de ascendencia indígena, y su largo y lustroso cabello que se inclinaba suave, sobre el cuenco de madera mientras cortaba a mano un puñado de lechuga. Ella de pronto recordó algo, ya que levantó sus ojos que se iluminaron cuando me dijo - 

- Maitri, mi hija Yamila ve duendes y gnomos 
y me contó que precisamente acá hay muchos.

¡qué bueno! - exclamé y de inmediato le di un besito para ir en busca de la nena. 

Ya la había visto fugazmente por el parque y además la conocía de antes. Yamila tiene seis años y atrae apenas uno la ve, porque emana paz como una fragancia exquisita. La encontré enseguida como si me estuviera esperando, y ambas partimos tomadas de la mano mientras le decía lo feliz que me haría ver junto a ella, duendecitos y gnomos. Nos internamos despacio dentro del parque, el césped húmedo bajo los pies descalzos era una delicia, y teníamos la sensibilidad necesaria para darnos cuenta de la presión exacta que debíamos dar al caminar, para no herirlo de más, ya que percibíamos lo que sentía. Con su manito en la mía, Yamila [una réplica perfecta de su mamá en chiquito] comenzó a descubrir y mostrarme los seres "casi" invisibles que habitaban el jardín - 

- ¿Ves esa hojita? - dijo al señalarla con un dedito de su mano desocupada - acá hay un duende de éste tamaño - y enseñó un espacio de unos diez centímetros entre su pulgar e índice. 

Yo aventuré un tímido...¿usa una ropita azul? - ante lo cual Yamila asintió gozosa, !había acertado! 

entonces despacito con todo cuidado, me llevó ante cada flor, hoja o tronquito ocupado. 

Yo sintiéndome más confiada le preguntaba antes y luego simplemente le comentaba - éste tiene un bonete rojo - aquél viste todo de lila - y éste otro ¿qué tiene en las manos ?

y ella me respondía- está leyendo un libro 
lo cual si realmente me fijaba, veía que era rigurosamente cierto. 

Las dos nos sentíamos compenetradas por todo lo que nos rodeaba y mientras la brisa perfumada nos acariciaba tiernamente, sabíamos sin dudas, que formábamos parte de la Naturaleza y de Todo, por eso podíamos apreciar, cada una de las maravillas que se nos revelaba ante nuestros ojos, y no sólo eso; al tener esa sensación, nos llegaban mensajes de las flores y las plantas; alcanzamos a escuchar incluso, unas vocesitas provenientes de un rosal que necesitaba más agua, la que de inmediato le conseguimos, mientras nos mirábamos alegres y satisfechas, al notar lo rápido que se compuso. Más tarde llegó el momento de las confidencias, y nos revelamos los nombres de nuestros ángeles. Luego me mostró una estrella titilando en el cielo muy azul, que para ella era muy importante. Curiosamente estaba pegada a otra, que desde chica ejercía una atracción magnética en mí. Hizo señas para que me inclinara a su nivel y me susurró al oído 

- soy una bruja buena y de aquella estrella que te mostré vine a la Tierra, así que también soy una extraterrestre - quedó esperando quizás mi reacción, pero no sucedió demasiado, ya que de algún modo lo sabía. 

Después me informó que yo venía de la estrella vecina. Recordé la nostalgia y melancolía que me invadía el pecho al mirarla desde muy chiquita, era un dolor semejante a un lamento profundo porque ése era, mi hogar. Nos abrazamos y tuve la sensación de estar abrazando una magnolia florecida; luego conmovidas, retornamos lentamente a la gente y al bullicio. 



Es un relato verídico, que adapté como cuento para niños y no tan niños.
Maitri

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