sábado, 23 de julio de 2011

NO SE OLVIDEN DE FUKUSHIMA...

TERREMOTO EN JAPÓN | No hay agua corriente ni tampoco gasolina 12/7/2011

Los últimos de Fukushima

Un miembro del Ejército mide la radiación de un vecino de Fukushima. | Reuters
Un miembro del Ejército mide la radiación de un vecino de Fukushima. | Reuters
  • El recientemente reabierto aeropuerto está desbordado por pasajeros
  • No tienen suficiente gasolina para ir a ninguna otra localidad o alejarse
  • Nadie se fía de las informaciones del Gobierno sobre la situación de la central
  • Las primeras víctimas presentan radiaciones hasta ocho veces superiores a lo normal

  • Para los vecinos de los pueblos más cercanos a la central de Fukushima el tiempo de huir se ha agotado. Los altavoces piden a los vecinos que se queden en sus casas, cierren las ventanas y escuchen las últimas noticias en la radio.

  • La ciudad de Fukushima ha quedado desierta. El agua corriente no funciona desde hace cinco días, no hay un alma en las calles y no queda una gota de gasolina. Tampoco policías patrullando o actividad económica alguna.

El miedo a una fuga masiva de radiactividad en la central nuclear de esta prefectura del este de Japón ha convertido Fukushima y decenas de localidades vecinas en lugares muertos de los que muchos desearían huir.
Pero no hay trenes, el recientemente reabierto aeropuerto está desbordado por pasajeros que quieren coger un vuelo a cualquier parte y todas las gasolineras de esta ciudad de 350.000 habitantes han colgado el cartel de "existencias agotadas".
Nadie se fía de las informaciones de un gobierno que ha repetido varias veces que tenía la situación controlada
No importa que Fukushima quede fuera del perímetro de seguridad decretado alrededor de la central, extendido a 30 kilómetros. Nadie se fía de las informaciones de un gobierno que ha repetido varias veces que tenía la situación controlada, para ser desmentido después por nuevas explosiones, incendios y fugas radiactivas en tres de los cuatro reactores dañados en la central.

Una carrera a contra reloj

Un centenar de refugiados se reúne alrededor de un transistor de radio en el gimnasio de la escuela primaria Seimei de Fukushima, escuchando los últimos detalles sobre la carrera contra reloj de las autoridades para rebajar la temperatura en los reactoresla dirección del viento —indicativo de hacia dónde viajaría una hipotética nube radiactiva— y las medidas de precaución que deben tomarse en caso de contaminación masiva.
Los refugiados nucleares se someten con paciencia a los medidores de radiactividad de los técnicos
"Evitar sobre todo ser mojado por la lluvia", dice el locutor, precisamente en una mañana lluviosa, asegurando que el mal tiempo hace descender la radiactividad y multiplica el daño en humanos.
Yagi llegó a Fukushima hace cuatro días con sus dos hijos después de que su vivienda quedara destrozada por el terremoto de magnitud 9.0 que el viernes provocó un devastador tsunami y el daño en la central de Fukushima. "Nos están mintiendo", dice al escuchar las últimas noticias. "Queremos que alguien nos saque de aquí. Queremos irnos lo más lejos posible".

Sin salida

La autopista del norte que lleva a la localidad de Sendai, en el epicentro del desastre, está completamente desierta salvo por los convoyes de los servicios de rescate que se dirigen a las zonas afectadas. Controles policiales sólo permiten el paso a quienes tienen un permiso especial y la poca gasolina disponible se reserva para los vehículos de bomberos, que en algunas partes han tenido problemas de suministro.
La poca gasolina disponible se reserva para los vehículos de bomberos
Las primeras víctimas del accidente, con radiaciones hasta ocho veces superiores a las normales, han sido trasladas a hospitales cercanos. Uno a uno, los refugiados nucleares se someten con paciencia a los medidores de radiactividad de los técnicos, enfundados en llamativos trajes aislantes y protegidos por mascarillas.
El miedo tiene sus prioridades y éstas quedan claras tras viajar de Fukushima a Sendai por carretera. Mientras la ciudad golpeada por el tsunami empieza a recuperar la vida con la apertura de restaurantes y unos pocos hoteles, Fukushima permanece paralizada por el pánico a una contaminación. Un matrimonio con sus dos hijos emplea los últimos litros de gasolina de su Toyota en buscar un lugar donde pasar la noche.
"Hemos llamado a todas las puertas. Todo está cerrado", dice la mujer, que lleva un bebé en brazos. No tienen suficiente gasolina para ir a ninguna otra localidad o alejarse todo lo que querrían. Su única opción es pasar la noche en el coche, con los últimos de Fukushima.

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