miércoles, 7 de septiembre de 2011


El amor a la naturaleza

Por Petar Radic R.
Psicólogo y psicoanalista


Inteligencia ecológica permite mantener los lazos más sagrados de la esencia del hombre con su entorno natural


Puede parecer una moda, pero no lo es. El cuidado del medio ambiente y la cultura ecológica obedece a una necesidad de encontrar el verdadero alma de nuestro ser.

La carencia de inteligencia ecológica es la que origina, entre otras cosas, las matanzas indiscriminadas de animales.

La creciente depredación de algunas especies, la tala indiscriminada de bosques y la contaminación son algunos de los factores que torturan a nuestro planeta, pequeña "casa" donde habitan más de 6 mil millones de personas.
Precisamente, la inteligencia ecológica es la interacción naturaleza-humanidad que involucra una relación de dependencia necesaria. Esto no es nada más que respetar y reflexionar los ciclos de la naturaleza.
Los mejores representantes de la intelectualidad ecológica son los indígenas, para ellos el hombre y su entorno natural conforman una unidad indisoluble o un todo a través de la "Pachamama", es decir, viven en naturaleza y no lo contrario de lo que ocurre en la actualidad.
Esta división también se ubica en la ciencia, en especial la sicológica, cuando interpreta la fragmentación hombre y naturaleza.
Es fácil comprender que esta existencia artificial ha dañado nuestro ecosistema, dando lugar al yo del no yo, dejando excluido el medio natural, en una posición esquizofrenizante o de locura colectiva.



EXPLOTACION
La naturaleza sólo es vista desde la urbanización o ciudad como un recurso de explotación ilimitado, olvidándonos que es vulnerable al consumo indiscriminado.
Con esta devastación se va destruyendo una cadena de ciclos y poniendo en peligro real la existencia del planeta y he aquí nuestra contra-inteligencia emocional. Colectivamente, tenemos un inconsciente destructor poco consecuente con la realidad, sumado a esto un empobrecimiento de nuestra inteligencia emocional ecológica.
Hemos llegado a sentir que la naturaleza está para servirnos y no para disfrutar de ella, perdiendo la capacidad de reflexionar y de sentir que somos parte de la naturaleza o una desintelectualización ecológica.
La naturaleza está regida por las leyes de la física (de ahí su nombre), al igual que el materialismo viene de materia, desde la concepción femenina representado como mater o madre. A pesar de todos estos preceptos, seguimos sin respetar y entenderla, es por esta razón que en Alemania nació Greenpeace.
Como un ejemplo de carencia de inteligencia ecológica está lo que sucede en el polo norte. Cuando nacen las crías de las focas, con su pelaje blanco y felpudo, arriban los depredadores de pieles y las matan a palos para comercializarlas. Sin embargo, Greenpeace llega antes y pintan su piel, para evitar que sean mutiladas.

ANIMALES
En Africa matan a gorilas para usar sus manos como ceniceros decorativos, mientran los cuernos de los rinocerontes sirven para potenciar la virilidad del mercado asiático.
Pero la cultura antiecológica más depredadora es la japonesa, que da muerte a miles de delfines y ballenas para ser comida de mascotas, provocando desequilibrios irreversibles en el ecosistema marino.
Por otra parte, se logró redefinir la nueva concepción de individuo como eco-bio-sico-social, una forma de rescatar valores ecológicos que tanta falta nos hacen. La ausencia de ecointeligencia nos lleva a ser la especie autodestructora y única que posee como deporte matar por matar.
Lo anterior tiene como causa nuestro narcisismo depredador que nos conduce a controlar la vida de los demás animales. Las ciencias son parte de la cultura antiecológica, justificando el "progreso científico" que muchas veces termina en bombas.
En lo científico y sicológico se tiene como criterio la ecuación humanoide cartesiana en comprender disociadamente como especie. Así, nos dividimos en dos mitades, en los animales y nosotros, teniendo una gravísima amnesia que venimos de un mismo árbol evolutivo (Filogenia).
Ya Charles Darwin lo demostró con la evolución de las especies, entre nosotros y los demás animales compartimos el código genético similar: entre el mono y los humanos nos diferenciamos en un 2% de nuestro código genético. Después de todo, sólo somos animales evolucionados.


Conocí este artículo, gracias al blog Araucari 

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