viernes, 23 de septiembre de 2011

MARAVILLOSO!


Lechugas en el skyline de New York

Un día trabajar la tierra había dejado de ser un negocio productivo, así que los terrícolas cubrieron el campo de cemento y levantaron encima ciudades. Pensaron que en sus islas de asfalto y adoquines hallarían un futuro más próspero y rentable, y por eso se esmeraron en sepultar flores y huertos, árboles y ríos, césped y piedras, y hasta el último grano de arena. Pero la presunta mejor vida que soñaron no terminó de aparecer en el mundo gris que habían creado. Pasado el tiempo, algunos hombres, hartos de tapar tierra, decidieron volver a cubrir con ella pequeños trozos de ese asfalto que ya lo inundaba todo.
Y pasó que volvieron a brotar las flores y empezaron a crecer las plantas. Y cultivaron esos vegetales, e incluso descubrieron que eran rentables. Y entonces se dieron cuenta de su error: El futuro siempre había estado en el verde que ellos mismos trataron de ocultar bajo el cemento.
Algo así contaría un visitante interplanetario a sus paisanos de haber sobrevolado con su platillo el skyline de Nueva York. En esta ciudad estadounidense existen alrededor de 700 huertos urbanos diseminados entre los edificios. Espacios verdes robados a la urbe que, hasta el momento, estaban en manos de ecologistas, aficionados y centros sociales autogestionados.
But this is America, así que hasta la idea más romántica y natural es digna de convertirse en un provechoso negocio. De eso se dieron cuenta los jóvenes emprendedores Viraj Puri y Eric Haley cuando decidieron fundar la empresa Gotham Greens, que ha comenzado su andadura con un huerto hidropónico construido en el tejado de un edifico de Brooklyn.
Su objetivo: Desarrollar un negocio ambientalmente sostenible que provea de vegetales de máxima calidad a locales y negocios de su ciudad.
Puri sabía que las “tecnologías ecológicas, la energía renovable y la creación de espacios verdes” eran tres elementos perfectos para diseñar una empresa de futuro. Su experiencia colaborando en proyectos sostenibles en países de escasos recursos como India y Malawi le había alentado para probar suerte con un proyecto similar en Nueva York, “donde sobran las posibilidades”. Por su parte, Haley aportaba a la nueva empresa su habilidad negociadora. Así nació en 2008 Gotham Greens.
El reto que se fijaron hubiese pasado por ciencia ficción hace algunos años. La idea era montar sobre un tejado un invernadero de cerca de 1.500 metros cuadrados con cultivos hidropónicos. Es decir, plantar lechugas, tomates, alcachofas y cebollinos, como siempre se ha hecho, pero en un huerto sin tierra. (A ver cómo explicaría usted eso a su tío el del pueblo). Y además, conseguir colar el producto entre los de mayor calidad del mercado.
“Las plantas necesitan luz, oxígeno, CO2, agua y nutrientes. Estos últimos normalmente los toman de la tierra, pero es más difícil disponer de tierra en una ciudad como Nueva York. Y mucho más si el cultivo está en un tejado”, explica Puri. “Por eso apostamos por la hidroponía, que es un método utilizado para cultivar vegetales usando soluciones minerales en el que no es necesario plantar en el suelo”, define. “Las raíces reciben los nutrientes disueltos en agua con todos los elemento esenciales para el desarrollo del vegetal. ¡Pero no usamos pesticidas ni fertilizantes!”, aclara este hortelano del siglo XXI, “de eso huimos en Gotham Greens”.
En junio de este año su atrevido proyecto dejó de ser teoría y empezó a funcionar. Para controlar la producción contrataron como directora del invernadero a Jennifer Nelkin, una experta en psicología vegetal con una amplia experiencia en cultivos cerrados y “un paladar exquisito para reconocer los buenos productos”, elogia Puri. La misión, ahora que su huerto aéreo ha empezado a rodar, es demostrar todos aquellos beneficios que estos hortelanos calcularon que reportaría su innovadora empresa.
“Las ventajas no son solo económicas”, defiende el fundador. “Va mucho más allá”. Los dueños de Gotham Green aseguran que su modo de cultivar los productos consigue, entre otras cosas, gastar hasta diez veces menos agua que un huerto convencional (de la misma productividad) gracias a su sistema de reciclaje del agua de riego. También consiguen obtener hasta 20 veces más producto que el que se saca en un huerto tradicional con la misma extensión. Y sobre la energía que utilizan, más puntos a favor: “Bombas para aprovechar el agua, placas solares para generar nuestra electricidad y ventilación natural para no gastar electricidad con máquinas que hagan la misma función”, enumera Puri.
Además, en esta empresa afirman que sus productos son frescos y de primera calidad gracias a la elección de los nutrientes que necesitan las plantas y la protección que encuentran de las inclemencias de la meteorología neoyorquina bajo los plásticos del invernadero.
Y no solo eso. También sostienen que la creación de una agricultura local crea puestos de trabajo (actualmente tienen 25 trabajadores y pretenden contratar más) y evita la circulación de centenares de camiones que diariamente traen verdura y fruta a la ciudad, con el ahorro ambiental y económico que ello supone. “Ahora tenemos capacidad para producir cerca de 100 toneladas de producto en un año”, explica Puri, “pero imagina que pudiéramos producir 10.000. O que se produjese esa cantidad entre varias empresas. ¿Cuántos camiones lograríamos quitar de la carretera?”, sugiere el experto.
¿Y en cuanto a la calidad de sus productos? Aseguran que el hecho de crecer en una de las ciudades más grandes y congestionadas del mundo no ha supuesto un problema para conseguir productos de primera. Prueba de ello son los encargos que algunos de los restaurantes más selectos de la ciudad y ciertos supermercados les hacen semanalmente. Y como colofón, estos lechugueros del futuro encima se solidarizan con los sintecho de la ciudad distribuyendo comida gratuita para algunos comedores sociales.
En definitiva, parece que las ventajas no se quedan cortas. ¿Eso significa que todos deberíamos montar invernaderos hidropónicos como el vuestro en nuestras ciudades? “No, significa que hay que dar con soluciones infraestructurales, tecnológicas y de desarrollo apropiadas para el preciso contexto geográfico, medioambiental y cultural en el que nos movamos”, responde Puri.
“No tienen porqué ser invernaderos en tejados los que ofrezcan la solución en todos los lugares del mundo. Hay más métodos que permiten ayudar al entorno y conservar la naturaleza con un modo de trabajo limpio y responsable. No tiene más misterio que preocuparse de obtener lo que necesitamos pensando en el medio ambiente, preocupándonos por el ahorro de energía y realizando un trabajo eficiente”, afirma convencido.
“En nueva York nos hacían falta productos frescos, y eso producimos en nuestro tejado. En tu ciudad, ¿qué hace falta?”.

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