martes, 21 de febrero de 2012


 Carta abierta de François Léotard, ex Ministro 
francés a Mahmoud Ahmadinejad, Presidente 
de Irán.  


 
Señor Presidente:
Francamente, al comenzar esta carta, no me provocaba llamarlo de ese modo.
Dicho título implica un minimo de respeto.

Lo hago, sin embargo, porque es usted quien se expresa en nombre de los iraníes. 
Sobre las fotos, lo veo a usted ante multitudes, rostros y manos alzadas. Sin duda uno 
podria adivinar cierta forma de entusiasmo, en todo caso, de adhesión. Hemos conocido, 
en Europa, esas multitudes. 
Fue un mal momento para nosotros. Un período trágico del que seguimos arrastrando 
la vergüenza y la angustia.

Uno de los pueblos más cultos del mundo, un pueblo que había elevado en alto grado 
la filosofia, la música, la poesia, un pueblo que había asombrado a sus vecinos por 
su esplandor, se habia hundido en el odio, la locura racial, la ignominia.
Decenas de millones de individuos sufrieron, en su carne, su cultura, su dignidad, 
esa extraña barbarie que quería hacerse ver como un 'nuevo orden'. Fueron en primer 
lugar los ciudadanos de ese Estado, alemanes, luego y poco a poco los demás, todos 
los demás.

A esa locura se le llamó una guerra mundial. Pero fue, sobre todo, una guerra contra 
lo que había de humano en nosotros. Se quemaron los libros, los niños fueron deportados 
y asesinados, las inteligencias fueron quebradas.
Todo lo que honraba al hombre fue pisoteado.
Y luego, llego a usted : una parte de la especie humana, el pueblo judio, fue destinado 
al infierno. Oh, se lo concedo, sólo una  parte. No eran ni los más numerosos, ni los 
más ricos, ni siquiera los más influyentes.
Eran hombres y mujeres que habían llevado consigo durante mucho tiempo y desde muy 
lejos, su fe, sus preguntas sobre el mundo, sobre Dios, sobre la necesidad de vivir o de 
sufrir, sobre la alegria de amar. Generalmente, frecuentaban los libros. Reflexionaban 
mucho, no comprendían por qué no eran queridos, por qué se les llamaba “subhumanos”, 
Untermensch, por qué se les consideraba insectos… Fueron perseguidos en toda Europa, 
ahorcados, fusilados,quemados…

Usted sabe perfectamente todo eso, pero lo evoco ante usted por lo menos por tres razones:
La primera, es que nosotros (digo “nosotros”,como modo de hablar) no aceptaremos que 
todo vuelva a comenzar. Yo no soy judío, pero los judios son, como los persas, mis 
hermanos en humanidad.
La segunda, es que ellos tienen el derecho, como usted, como yo, de tener una patria. 
Que sea Francia o Israel, ello no cambia en nada el asunto.
La tercera razón no le gustará a usted. Pero, mala suerte: es que ellos le aportan al mundo
 (y probablemente es eso lo que usted quiere “borrar del mapa”) una concepcion del hombre 
y de su destino que ha enriquecido a varios siglos de civilización, y que honra tanto al pueblo 
judío como al Estado de Israel.
Señor Presidente, usted tiene el derecho de ser nacionalista. Usted tiene el derecho de sentirse 
orgulloso de la historia del pueblo persa. Usted tiene el derecho de ser creyente y de orarle 
al Dios “clemente y misericordioso” citado al principio de cada 'sura' del Coran.

Usted, sin embargo, piensa que tiene el derecho de obligar a las mujeres a ocultar la cara 
tras un velo, de torturar a los opositores, de encarcelar a los periodistas que lo contradicen, 
de condenar a muerte a niños, de perseguir a sus minorías, de iniciar "guerras santas" contra 
"los infieles".

Pero usted no tiene el derecho de imponerle a Israel  la mirada turbia, imbécil y llena de 
odio que acompaña a sus discursos. Y es que me parece que usted odia en ese Estado, 
la libertad de expresión, la diversidad de los partidos, el papel de la oposición, la modernidad,
 la independencia de los poderes y de la justicia, la investigación universitaria, los
descubrimientos y nuevos inventos; y sin duda también la valentía que ahi existen. Es decir 
todo lo que nosotros tenemos el derecho de admirar.

Los hombres que organizaron la reunión de Wannsee, en la que se decretó el exterminio 
de los judios de Europa ya murieron.  Naturalmente, al igual que todos nosotros, usted 
seguirá ese destino.
Deseo solamente para usted mismo, para el pueblo persa, para los jóvenes niños de Irán 
que le sobreviviran, que nadie se sienta con ganas de ir a escupir sobre su tumba.
FRANÇOIS LEOTARD, (ex Ministro frances),

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