lunes, 12 de noviembre de 2012

¿Hay chistes divertidos
que pueden ayudarme
a aprender de los niños?

chistes divertidos
De la mano de un montón de chistes divertidos, prepárate para partirte de risa de una manera diferente.
¿Quién ha dicho que los niños tienen que aprender de los adultos, y no al revés?
A continuación, encontrarás gran cantidad de chistes divertidos que te harán ver a los niños de un modo completamente distinto.
¡Que te diviertas!



  • Una madre observa a su pequeño de cinco años y le dice:—Carlitos, deja ya de jugar con el mechero, que te puedes quemar.
    —No estoy jugando —protesta el pequeño—. Estoy intentando encenderme un cigarro.



    Lo que para otros puede ser sólo un juego, puede que para nosotros sea algo de lo más serio.






  • Un crío le pregunta a su padre:
    —Papá, ¿a dónde llevan a los locos?
    —Al psiquiátrico.
    —¿Y para qué los llevan allí?
    —Para intentar curarlos.
    —O sea, que sólo hace falta que unos cuantos se pongan de acuerdo sobre qué es lo normal para enviarte allí si consideran que tú eres diferente, ¿no?



    Si te sales de la norma te dirán que no eres normal. Pero eso es todo un cumplido, ¿no?






  • Un chiquillo se dirige a su padre:
    —Papi, ¿para entrar en el cielo se necesita carnet de socio?
    —No, hijo, pero hay que pagar un alto precio.
    —¿Y crees que si me hago cura me harían una rebajita?



    Los niños son inocentes, no estúpidos.






  • Un peque le dice a su padre:
    —Papi, en la tele han dicho una palabra rara. ¿Qué es una “dictadura”?
    —Cuando te quitan la libertad de hacer lo que quieres.
    —Gracias, papi. ¡Maldita dictadura de escuela!



    El conocimiento se convierte en sabiduría gracias a la experiencia.






  • Un pequeño le pregunta a su padre:
    —Papi, ¿de dónde vienen los niños?
    —Los traen las cigüeñas.
    —¡Claro! Ahora entiendo mi miedo a las alturas.



    Que algo tenga sentido no siempre significa que sea verdad.






  • Dos amiguitos charlando:
    —Pablito, ¿tu padre te grita cuando no haces lo que él quiere?
    —No, dice que así no se consigue nada. Él directamente me arrea un tortazo.



    “Un buen guantazo a tiempo hace milagros”. Pero si esto fuera cierto, la mitad de la población ya habría sido canonizada por el Papa.






  • Un niño le pregunta a otro:
    —Paquito, ¿tus padres te dejan ver los dibujitos de la tele?
    —No, dicen que muestran demasiada violencia —responde el pequeño—. Sólo me dejan ver el telediario.



    Ser conscientes de nuestros comportamientos contradictorios nos hará ser cada vez más conscientes.






  • Una pequeña le pregunta a su abuela de 80 años:
    —Abuelita, ¿tú qué usas para absorber el flujo menstrual: tampax o compresas?
    —Ya nada, cariño.
    —¿Es que estás embarazada?



    Los niños no saben de límites. Pensemos como ellos: de manera ilimitada.






  • Un chico le pregunta una duda a su padre:
    —Papi, ¿por qué siempre te pones nervioso cuando ves un coche fúnebre?
    —Porque me recuerda a la muerte.
    —¿Y por qué esa señora le cae tan mal a todo el mundo si ella sólo está haciendo su trabajo?



    La muerte es la manera que tiene la naturaleza de renovar las formas para servir mejor al espíritu.






  • Una madre le pregunta a su pequeño en una tienda de ropa:
    —Cariño, ¿te gusta esta cazadora vaquera para ti?
    —Sí, pero no me parece justo que un borrego tenga que pasar frío este invierno para que yo vaya calentito con una chaqueta forrada con su piel.



    Cuando pensemos en el otro tanto como en nosotros mismos, la Tierra se convertirá en el Cielo.






  • Un niño se lamenta ante su madre:
    —Mami, un niño del cole me ha dicho que pierdo aceite.
    —¿Y tú qué le has contestado?
    —Que no se le ocurra ponerse detrás mía: no sea que vaya a resbalarse.



    Un insulto no es un ataque; es una muestra de la debilidad del que lo lanza.







  • Dos pequeños charlando:
    —Mi papá se fue de casa un día y nunca más regresó.
    —¿Y cuál fue la reacción de tu madre?
    —Ya te la puedes imaginar: montó una fiesta para celebrarlo.



    Hay cosas que nos cuesta imaginar, no porque nos falte imaginación, sino porque nos falta predisposición para ponernos en el lugar del otro.






  • Un pequeño con sordera le pregunta a otro niño:
    —Carlitos, ¿tu padre qué es?
    —Ganadero.
    —¿Majadero? —pregunta el sordito.
    —Bueno, eso también.



    Somos mucho más que lo que hacemos.






  • Una madre mira al cielo por la ventana de la cocina, y le dice a su pequeño:
    —Va a caer un chaparrón.
    —¿Cómo lo sabes, mami?
    —Porque las nubes están negras.
    A continuación, el hijo ve a su padre bajarse del coche y dirigirse hacia la casa.
    —Mami, me va a caer un guantazo.
    —¿Cómo lo sabes, hijo?
    —Porque papá viene negro del trabajo.



    La vida está llena de señales. Sólo necesitamos querer verlas.






  • Un peque le comenta a su padre:
    —Papi, un niño del cole se ha ofendido, porque le he dicho que estaba muy gordo.
    —Es normal, ¿qué esperabas?
    —Pues que me diera las gracias. ¡Encima de que me preocupo por su salud!



    Ser sincero no es lo mismo que ser cruel.






  • Un padre le está curando las heridas a su hijo después de una pelea que ha tenido en el colegio, y éste le pregunta:
    —Papi, ¿a ti te han dado alguna vez una paliza?
    —No, yo nunca he buscado jaleo.
    —Ni yo tampoco. Es el jaleo quien me busca a mí.



    El conflicto que parece seguirnos a todos lados, es sólo un reflejo del que llevamos en nuestro interior.






  • Un pequeño de ocho años le pregunta a su madre:
    —Mami, ¿para qué te pones esa crema en la cara?
    —Para retrasar el envejecimiento.
    —¿Y tienes una crema para acelerarlo? A ver si se me quita esta cara de lechuguino que tengo.



    Cuando amemos lo que somos, no podremos evitar disfrutar de lo que tenemos.






  • Un pequeño le dice a otro:
    —Pablito, ¿quieres jugar conmigo al tenis?
    —No tengo raqueta.
    —¿Y al fútbol?
    —No tengo botas.
    —¿Y al escondite?
    —No tengo… ganas.



    Las excusas son formidables para evitar hacer algo que no queremos hacer. Pero también nos convierten en víctimas.






  • Un chico le hace una consulta a su padre:
    —Papi, una compañera de clase me ha dicho que tengo “poca salida”. ¿Qué significa eso?
    —Te lo explicaré con un ejemplo: los descapotables tienen “poca salida” en los países de clima frío.
    —Ya entiendo. Entonces seguramente no me dijo que tenía “poca salida”, sino que estaba un “poco salido”.



    No solemos oír lo que nos dicen, sino lo que queremos escuchar.






  • Un pequeño le dice a un amigo:
    —Carlitos, hace tanto calor que no tengo ganas de hacer nada.
    —Ni yo. ¿Te vienes a perseguir lagartijas?
    —¡Vamos!



    ¿Llamarías “trabajo” a hacer aquello que te produce un inmenso “placer”?






  • Un padre y su hijo visitan un museo donde están expuestas las joyas más valiosas del planeta.
    —Papi —pregunta el pequeño—, ¿por qué tienen encerradas a las joyas en urnas de cristal blindado? ¿Es que temen que se escapen?



    La inocencia no ve ningún peligro. La sociedad sólo ve el peligro.






  • Un chiquillo oye una expresión en la tele, y le pregunta a su madre:
    —Mami, ¿qué es una actriz de variedades?
    —Es una que sabe interpretar, cantar y bailar.
    —¿Y cobra también el triple que las demás actrices?



    La verdadera recompensa por nuestro trabajo no es el dinero: es la alegría y la satisfacción que obtenemos al realizarlo.






  • Una madre intenta desviar la atención de su pequeño de las constantes discusiones que tiene que presenciar en casa:
    —Hijo, ¿te gustaría que en Navidad montáramos un bonito belén?
    —¿Para qué? Papá ya se encarga de montarnos uno cada noche.



    Cuando nuestra vida está siendo aburrida, ¿la llenamos de problemas para hacerla más entretenida?






  • Una madre le dice a su hijo:
    —Cariño, las vacaciones ya están al caer.
    —Sí, menuda lata.
    —No te entiendo. ¿No te apetece perder de vista a tus profesores?
    —Para nada. ¿A quién le voy a hacer ahora mis gamberradas?



    Un poco de acción es lo que evita que nos volvamos inactivos.






  • Una madre le dice a su pequeño:
    —Hijo, la tutora ha escrito en tus calificaciones que tu rendimiento escolar es muy deficiente.
    —¿Y eso qué significa?
    —Que tienes que trabajar más.
    —¿Pero no estaba prohibida la explotación infantil?



    No alcanzar el nivel requerido no tiene por qué significar que seamos deficientes. Puede que simplemente no veamos la razón de alcanzar dicho nivel.






  • Un crío se acerca corriendo a su madre:
    —Mami, hoy he aprendido en el cole que la esposa del faraón Amenofis IV fue la reina Nefertiti.
    —Me alegro, hijo. ¿Y qué harás ahora con ese dato?
    —Lo mismo que con los anteriores: olvidarlo dentro de un par de días.



    Para ser sabio no necesitas adquirir muchos conocimientos. Sólo necesitas dejarte guiar por la parte de ti que ya lo sabe todo.






  • Un pequeño le dice ilusionado a su madre:
    —¡Mira mami, con qué voz tan ronca me he levantado esta mañana!
    —Hijo, lo que has pillado es una faringitis.
    —¡Mierda! —se lamenta el pequeño—. Y yo que creía que ya me había hecho mayor.



    Si tenemos mucha prisa por quemar etapas, puede que acabemos chamuscados.






  • Un peque le dice a su madre:
    —Mami, la seño me ha dicho que soy un guarro, porque he pegao un moco en el pupitre.
    —Y tiene toda la razón. ¿Por qué lo pusiste allí?
    —Para que le hiciera compañía a sus hermanitos.



    La lógica de los niños es irrefutable. Y absolutamente encantadora.






  • Un pequeño le dice a su madre:
    —Mami, ¿me das 50 céntimos para chuches?
    —No, que después no comes.
    El niño se dirige entonces a su padre:
    —Papi, ¿me das 50 céntimos para cromos de monstruos?
    —No, que después no duermes.
    Por último se dirige a su abuelo:
    —Abuelito, ¿me das 50 céntimos para lo que TÚ quieras?



    A veces negamos nuestros deseos para contentar al otro, pero ¿qué nos hace pensar que SU felicidad depende de NUESTRO comportamiento?






  • Dos niñas de ocho años charlando:
    —Rosita, ¿a ti qué chico de la escuela te gusta más?
    —No me gusta ninguno.
    —No digas tonterías. De los 400 alumnos que hay en el colegio, ¿no hay ninguno que te guste?
    —Para casarme, no.



    Pensar sólo en el futuro nos impedirá disfrutar del presente.






  • Un pequeño le pregunta a su padre mientras ve el telediario:
    —Papi, ¿por qué los dirigentes de muchos países son tan belicistas?
    —Supongo que, porque de pequeños, no jugaron lo bastante a la guerra.



    Para liberarnos de algo y poder pasar a otra cosa, deberíamos experimentarlo plenamente para sentir así que no queda nada por completar.
    Autoayuda-sin rodeos.com
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