Alguien dijo una vez que el “sentido del humor es una forma de defenderse del universo”. La frase es del comediante Mel Brooks y encierra tal vez más sentido y profundidad que decenas de tratados filosóficos y consultas al terapeuta.

Es que una buena risa, de esas que cortan la respiración y llenan de aire el estómago, son las que a veces hacen escapar a la mente y el cuerpo de los problemas y la rutina del día.
Así es, reirse y conservar un buen sentido del humor es más importante de lo que la mayoría considera. Y el concepto está tan poco estudiado o difundido que hasta cuesta creer que mantener una actitud positiva y menos seria frente a la vida y los problemas no sólo ayuda a alejar el estrés sino que mejora el sistema inmunológico –mediante la reconstitución de células-, reduce los riesgos de un ataque cardíaco y hasta disminuye la tensión y el dolor muscular.

“El optimismo y el buen humor son los dos condimentos que principalmente hacen que una persona pueda disfrutar mejor de su vida a pesar de los contratiempos”, explica el médico psicoanalista Paul McGhee, especialista en el estudio de los beneficios del buen humor y la risa en la salud mental y física (www.laughterremedy.com).

McGhee asevera que si bien es una fórmula muy simple: “la risa hace que veamos las cosas desde un punto de vista más positivo”, no todas las personas tienen desarrollada esa capacidad. “La risa y el buen humor son cualidades innatas pero de no ser incentivadas por nuestro entorno pueden olvidarse”, afirma el especialista.

La práctica hace al maestro

De acuerdo con estudios realizados en el instituto de McGhee en Montclair, Nueva Jersey, la risa y el buen humor son capacidades que pueden aprenderse y mejorarse con la práctica. Así, una sesión de risa de al menos cinco minutos al día ayuda a generar el hábito en el organismo y a entrenar la mente para reirse, aunque sea, sin motivo.

“El cuerpo no distingue si nos reimos por un hecho real o generamos la mímica y el sonido de la risa intencionalmente. En cualquier caso, los beneficios físicos son iguales”, explica McGhee.

Y el ejemplo está a la vista. Al menos para entusiastas como los que participan de los “Clubes de la Risa”, un grupo que cuenta con seguidores en todo el país y que defiende la filosofía de que la risa puede curar cualquier mal. Carmen Baltierra es una de ellos.

Desde hace cuatro meses, Baltierra asiste al menos una vez por semana a los seminarios de Yoga de la Risa para combatir un mal que les es cada vez más ajeno: la depresión.

“La muerte de dos personas muy cercanas me entristeció mucho, lloraba todo el tiempo, no encontraba un consuelo”, relata Baltierra. “En la primera clase no noté un cambio, es más, me sentí rara”, asevera la mujer, mientras confiesa la verguenza que experimentó al ver reir y bailar sin tapujos a otros de los miembros.

Baltierra recuerda que no fue hasta su segunda sesión cuando decidió que si iba a cambiar su vida, debía primero olvidarse de hacer el ridículo. “Las clases ayudan a liberarse, a soltar lo que uno tiene adentro sin temor a hacer algo inapropiado. Uno deja de lado las limitaciones, se relaja y se permite divertirse”, asegura.

La idea de este tipo de prácticas es relajarse y liberar la mente mediante ejercicios que incentivan la risa y el buen humor. Angela Rodríguez, una de las maestras, asegura que fingir la risa es el primer paso al comenzar la clase. “La risa es contagiosa, si empieza uno, los demás también se rien”.

La sesión, de 45 minutos, comienza con un saludo y un aplauso, acompañados de técnicas de respiración –con el objeto de relajarse- y por supuesto, de mucha risa. “Queremos que la gente aprenda a comportarse de nuevo como si fueran niños, con libertad y sin pensar tanto en el que dirán”, explica Rodríguez.

Mente sana, cuerpo sano

Candance Pert, especialista en medicina molecular y en la influencia que tiene la relación entre el cuerpo y la mente sobre la salud, descubrió que las emociones quedan almacenadas en el organismo como mensajes químicos que nos conectan con nuestra mente y en definitiva se reflejan en las actitudes que asumimos.

Así, Pert explica que los cambios neuroemocionales que experimenta el cuerpo gracias a las emociones –producidos por moléculas denominadas péptidos, como las endorfinas: una sustancia que libera el cerebro y que genera una sensación de bienestar- influencian la manera de reaccionar del cuerpo ante los contratiempos o situaciones en la vida.

“Los neuropéptidos conectan al cerebro con el cuerpo por lo que esto puede afectar también las emociones que se experimentan”, afirma Pert en uno de sus estudios.

McGhee, por su lado, quien apoya la teoría de Pert, prefiere definir los beneficios de la risa en términos menos científicos: “El sentido del humor y la capacidad de reirse están conectados con nuestro cerebro y la manera en que vemos la vida. Es una forma de relacionarnos con otros y de aceptar los contratiempos. No hay secretos, sólo práctica”.