lunes, 4 de marzo de 2013


Violación: "Quería coger mi dolor y cargarlo sola", Jineth Bedoya, Colombia

Hace dos meses, la trágica muerte de una víctima de violación en India horrorizó a la sociedad y trascendió las fronteras. El eco de ese crimen no ha dejado de resonar por ser una experiencia sufrida por tantas mujeres en el mundo. Seis sobrevivientes de violaciones en seis esquinas del mundo compartieron su historia con la BBC.

El 25 de Mayo de 2000, la periodista colombiana Jineth Bedoya fue secuestrada a las puertas de la Cárcel Modelo de Bogotá, adonde había llegado para entrevistar una posible fuente. Tres hombres la retuvieron por más de 16 horas, la torturaron y la violaron. Los tres serían posteriormente identificados como integrantes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), el principal grupo paramilitar del país, al que Bedoya estaba investigando.
"Lo más complicado es encontrarte sola, encontrarte con el cuerpo marcado, como huérfana de todo. Y yo me sentía así incluso después que entendí que tenía que hacer algo, que tenía que asumir mi vida, que tenía que seguir. Sólo que yo no quería seguir. Así que mi primera idea fue la del suicidio. Pero cuando empecé a buscar la forma de irme, me encontré tan cobarde para irme… Porque decía: 'si me tomo algo puede que no me muera y quede peor'.
Tenía entonces que buscar una fórmula para quedarme. Y la única respuesta que encontré fue que si me quedaba tenía que seguir haciendo lo que me daba fuerza y era el periodismo.
Para mí era muy difícil salir porque estaba llena de hematomas. Mis brazos eran impresionantes, eran morados completamente de los golpes… las manos, el cuerpo… la cara estaba muy golpeada y sentía mucha vergüenza de que la gente me viera así. Pero el día que ya podía mostrar la cara -que fue más o menos 15 días después del secuestro- , ese día decidí volver al periódico (El Espectador).
Fue una cosa muy emotiva, porque yo llegué, no podía casi caminar y la redacción era muy grande. El director del periódico entró conmigo y toda la gente se paró. Eran, no sé, 200 periodistas. Y empezaron a aplaudir, me hicieron una fila larguísima. No hubo una sola persona que no me hubiera abrazado ese día.
"Lo más complicado es encontrarte sola, encontrarte con el cuerpo marcado, como huérfana de todo"
Cuando ocurre todo esto, sin embargo, nada más hablamos del secuestro. Digamos que el compromiso que hizo el periódico, por solicitud del director del periódico, por respeto a mi dignidad y por todo ese tema, es que no habláramos de la violación. Y nunca se tocó el tema de la violación. Es más, después de que ocurrió todo, mis compañeros no sabían que me habían violado. Sabían que me habían secuestrado y me habían golpeado.
Hasta que en una entrevista que un canal de televisión le hizo a Carlos Castaño (el líder de las AUC), meses después de mi secuestro, el propio Carlos Castaño habló de mi violación. Ese día mis colegas se enteraron. Y fue durísimo. Yo en dos días no pude ir a trabajar, porque quedó como al descubierto el tema. Pero yo misma me encargué de silenciarlo, pedí que no se hablara del tema, que nadie me preguntara, y así fue.
En ese momento era muy fuerte el tema del secuestro en Colombia. Y el 90% de los temas que llegaban estaban relacionados con secuestro, por lo que empecé a escribir de eso. Y, durante el primer mes, cada historia terminaba en una crisis de llanto. Yo me iba para el baño, lloraba mucho, mis compañeras me encontraban allá, me decían que lo pensara, que lo mejor era que me fuera del país. Yo decía: "No puedo irme, no puedo irme porque no le hecho nada a nadie, no le debo nada a nadie".
Luego, como a finales de julio, cuando habían pasado más o menos dos meses (de mi secuestro), se dio una confrontación muy fuerte entre paramilitares y guerrilla en el norte del país, en la zona del sur de Bolívar, y yo pedí que me dejaran ir. En el periódico obviamente no querían que yo me moviera a ningún lado por el tema de la seguridad, pero yo le envié un correo a Carlos Castaño diciéndole que yo iba a seguir trabajando y que necesitaba que los paramilitares me dieran garantías para hacer mi trabajo. Él me respondió que no había ningún problema y me fui para el sur de Bolívar. Yo creo que eso fue la prueba de fuego, porque fue enfrentarme nuevamente a mis victimarios, que eran los paramilitares.
Yo asumí una posición radical en mi vida y fue que me alejé completamente de mi familia. Me quedé con mi madre, y ella es el eje de mi vida, pero me alejé mucho de mi hermana y mis sobrinos por el tema de seguridad. A mi padre nunca le volví a hablar. Yo quería coger mi dolor y cargarlo yo sola, no quería ponérselo a alguien más.
El primer año tuve ayuda psicológica, pero llegué a un punto en que sentía que esa ayuda ya no me servía de nada y la deseché.
Mi realidad es muy dolorosa porque en mi caso no hay justicia. Solamente hasta el año pasado se removió el proceso judicial, gracias a que hablé. Y por primera vez en 12 años se judicializó a tres de los implicados, tres paramilitares. El proceso hasta ahora está arrancando y lo que se ha encontrado hasta ahora es muy doloroso, porque en mi secuestro hay involucrada gente que yo nunca me imaginé. Y si con lo que yo puedo hacer, con los contactos que tengo no ha pasado mayor cosa, ¿qué pasa con el resto de casos? Eso es lo que pasa en Colombia. ¿Si conmigo no ha pasado casi nada, qué pueden esperar el resto de mujeres?"
Aunque Jineth Bedoya denunció su secuestro y violación ante las autoridades inmediatamente después de los hechos, durante más de 11 años la justicia colombiana no hizo mayores progresos. En Mayo de 2011, sin embargo, Bedoya llevó el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, lo que obligó a la Fiscalía General de la República a retomar las investigaciones. A la fecha, un exparamilitar ya admitió su participación en el secuestro y otros dos también están siendo procesados por las autoridades.
En septiembre de 2012, la Fiscalía determinó además que el secuestro, tortura y violación de Bedoya constituían "crímenes de lesa humanidad", por cuanto los actos de los paramilitares eran parte de una conducta "sistemática" empleada "como método de guerra con el fin de acallar la voz de quienes se atrevían a exponer a la opinión pública sus desafueros y violaciones". Esto significa que los crímenes en contra de la periodista no prescriben.

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