sábado, 1 de agosto de 2015

PETA

POR QUÉ NADIE DEBE COMPRAR JAMÁS UN CONEJITO

Escrito por Hannah Healy
¡Todo el mundo ama a los conejitos! Pero, desafortunadamente, estos animales pequeños e inteligentes con frecuencia son comprados en un capricho. Mucha gente no se da cuenta de que cuidar de un conejito es una gran responsabilidad y no se prepara adecuadamente para tener a este nuevo compañero. Una vez que pasa la novedad, a menudo muchos conejitos son descuidados. Los conejos son el tercer animal más abandonado y acogido en los refugios cada año (justo después de los gatos y los perros).
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Los comerciantes por lo general compran, para sus tiendas de mascotas, conejitos que tienen 4 semanas de nacidos, porque requieren menos espacio y son más “lindos”. Estos bebés son tan jóvenes que muchos de ellos no están preparados aún para ser destetados de sus madres. La gente que los compra muchas veces se sorprende cuando su pequeña “mascota” crece. El peso promedio de un conejo adulto varía entre ¡2 y 20 LIBRAS! Muchos guardianes que no están preparados no se dan cuentan de cuánto espacio necesitan los conejos adultos para moverse y jugar. Los conejos también pueden vivir más de 10 años, y ser abandonados en una jaula no es “vida” para ellos.
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Mucha gente se aburre de sus conejitos una vez que ha pasado la emoción inicial. Los conejos son animales extremadamente sociables, pero muchos son ignorados. Aunque requieren compañía para desarrollarse bien (¡como los gatos y los perros!) es común ver a los conejos completamente aislados en jaulas. Si los dejan solos, pueden volverse retraídos y deprimirse.
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Después de su compra impulsiva, muchos dueños se arrepienten y abandonan a sus conejitos en los refugios para animales. ¡Algunas personas incluso los SUELTAN en el exterior! Los conejos que son abandonados en el exterior muchas veces son atropellados por carros, mueren por enfermedades y por la inclemencia del tiempo, tienen el riesgo de ser atacados por predadores y tienen pocas probabilidades de sobrevivir a largo plazo.
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Algunas personas creen que los conejitos pueden vivir en el exterior, de modo que encierran a los animales en conejeras exteriores, donde son forzados a padecer todo tipo de climas extremos. Los conejos no pueden tolerar bien el calor o el frío extremos, lo que puede significar una vida de miseria e incluso la muerte. Los conejitos pueden sufrir de hipotermia cuando se les deja afuera en el frío. Y como no pueden jadear o sudar, las temperaturas por encima de 75 grados pueden ser extremadamente peligrosas para ellos. También tienen riesgo de contraer enfermedades parasitarias que pueden ser mortales.
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Los síntomas a continuación no son necesariamente resultado de negligencia, pero indican que un conejito debe ver a un veterinario: secreción nasal, estornudos, inclinación de cabeza, apatía y diarrea son síntomas de un conejito enfermo. Cuando veas a un conejito, presta atención a estos síntomas e informa a su guardián sobre ellos inmediatamente.
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Los conejos tienen sistemas respiratorios y digestivos extremadamente delicados y cualquier cambio en el equilibrio de estos sistemas puede resultar en la muerte si el animal no es tratado rápida y adecuadamente. La “estasis gastrointestinal” es una enfermedad común, silenciosa y mortal. La falta de apetito es el síntoma más común.
Cualquier área sin pelo o con costra en el cuerpo indica que el conejo tiene parásitos o que ha estado peleando con otros conejos.
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Los conejos pueden sufrir de parálisis o presentar una inclinación de cabeza, lo que requiere tratamiento. Además, presta atención a las extremidades lesionadas. Si el guardián de un conejito enfermo se rehúsa a obtener ayuda para el animal, por favor contacta al control de animales.
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Los conejos no son lindos juguetes para comprar en un impulso. Son animales complejos e inteligentes, capaces de experimentar emociones profundas, y merecen la misma consideración que le darías a un perro o gato. Comprar conejos en las tiendas de mascotas apoya la idea de que los animales son “productos” y no lo son.
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Nunca compres un conejo en una tienda de mascotas o en un criadero. Si DECIDES adoptar uno (después de considerarlo larga y cuidadosamente), asegúrate de hacer lo siguiente:
  • Adopta en tu refugio para animales local.
  • Encuentra a un veterinario que esté familiarizado con conejos y lleva a tu conejito a exámenes anuales.
  • Dale a tu conejito tanto amor y atención como le darías a un perro o gato. Mantenlo adentro y trata al conejito como un miembro de la familia, no encerrado en una jaula o en una conejera al exterior.
  • Asegúrate de esterilizar a tu conejito. Como los perros y los gatos, los conejitos viven vidas más largas y felices cuando son esterilizados. Para las conejas, el riesgo de cáncer reproductivo (que es fatal) es de un enorme 80% antes de ser esterilizadas.
  • Dale a tu conejito muchos juguetes. Algunas sugerencias incluyen pedazos de madera no tratada, paja, pelotas de alambre para gatos, rollos de toallas de papel, juguetes de plástico duro para bebés, e incluso cajas de cartón.
  • Organiza una caja grande o una canasta rellena con papel picado para que tu nuevo compañero escarbe.
  • Provéele a tu conejito un refugio seguro y tranquilo en el que pueda descansar.
  • Asegúrate de instalar protecciones para conejos en tu casa, o tu compañero podría morder muebles, cables eléctricos, libros, etc.
  • Cepilla a tu conejito al menos una vez a la semana.
  • A diferencia de los gatos, los conejos no tienen la habilidad de vomitar, de modo que es importante proveerles con suficiente heno, el cual ayuda a prevenir las bolas de pelo.
  • Los conejos requieren una dieta que consiste principalmente de heno ilimitado y una variedad de verduras frescas, suplementados con granos para conejos de alta calidad. También deben tener acceso a agua limpia todo el tiempo.

1 comentario:

  1. UNA HISTORIA VERÍDICA:

    Sinforoso

    Cierto día, fui con el menor de mis hijos a buscar un conejo. Queríamos tener uno de manera que fuimos derechito a una veterinaria. Sabíamos que los de ojitos rojos, no nos gustaban, eso sí lo teníamos claro. Al llegar, de inmediato nos enamoramos de uno con ojitos oscuros y blanco como un copo de nieve pura. Por supuesto que lo compramos con todos los chiches necesarios para el sustento. Ya le habíamos encontrado un sitio especial para su morada, era la antigua casa del perro que por esas cosas que tiene la vida, había dejado de existir. La casita de madera, amplia y fresca, con un colchón suavemente cálido para cuando lo necesitara de abrigo, nos pareció ideal. Le pusimos el nombre de: “Sinforoso”. Nos resultaba gracioso ese nombre, y sin más, pasó a integrar la familia. Don Sinforoso vivió muchísimos años, el triple de los que me había comentado el dueño de la veterinaria, que viviría. Dejaba sus “bolitas” por todas partes, pero era muy simpático y comprador. Mi marido decía que un conejo es “unineuronal” que no entendía nada y demás, sin embargo, me daba cuenta que no era tan así. Sinforoso de inmediato sabía cuándo le llevaba la comida, y la esperaba feliz. También, escuchaba cuando llegaban los chicos del colegio, y hacía ruiditos para bajar y compartir con ellos las travesuras. Era un animalito muy dulce y cariñoso. Pasaron los años…
    Una tarde, subí a verlo, pero me extrañó de inmediato que no pusiera el morro contra el vidrio al escuchar mis pasos. Al llegar, lo encontré acostado en el piso, sin poder levantarse. Me acerqué ya preocupada, y como en aquel entonces ejercía naturalmente ciertas dotes de chamana urbana, sin darme cuenta, lo acaricié y supe qué era lo que tenía que hacer. No me pregunten qué fue exactamente lo que realicé, sólo puedo decir que le salió una especie de nube oscura por la cabeza. Casi enseguida, el conejo se levantó y fue como si jamás, hubiese tenido nada. Más tranquila, le dejé su comida y agua. Los días se sucedieron, sin que volviera a estar en esas condiciones nunca más. Siguieron pasando los años. En aquellos tiempos era habitual en mí, hacer viajes cuando la ocasión así lo requería. En uno de ellos, fui con la mochila a Capilla del Monte, un lugar con una energía singular de Córdoba. Estuve fuera cerca de quince días. Cuando regresé, encontré a mi esposo sentado en un sofá de la sala. Dejé la mochila en el sillón, y me acerqué para besarlo. Luego me contó algo preocupado, que no lo veía a Sinforoso desde hacía días, le dejaba la comida en su lugar, pero ésta, quedaba intacta. Temía que le hubiera sucedido algo, y como el jardín del fondo tenía el césped y las plantas ya muy crecidas, no alcanzaba a verlo por ser pequeñito. Lo había llamado varias veces inútilmente, no se acercó ni una sola vez. Me estaba contando todo eso, cuando de repente, veo que Sinforoso está detrás del vidrio. Había escuchado que llegué y se acercó como de costumbre. Así que salí para abrazarlo. Lo levanté como a una criatura, me miró con sus ojos oscuros, y le salió por primera y única vez un gritito, quedando luego muerto entre mis brazos. ¡Me había estado esperando durante días, para poder morir en mis brazos! Su grito fue, al tener un ataque en su corazoncito. Qué me digan que los conejos son “unineuronales”. Tienen más capacidad de amor que varios humanos que conozco. Cualquier animal, merece todo nuestro respeto y amor. A partir de él, y más tarde con la gatita que llegó, providencialmente, a mi casa, como un regalo de Navidad, comencé a comprender, valorar y amar, profundamente, a todos los animales.


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